Mi gran boda griega fue un boom en su momento, y tratándose de un film independiente es todo un logro. Con su humor y su originalidad se ganó a gran parte del público y de la crítica. A pesar de todo a mi no me llegó a conquistar. Hacer una secuela 14 años después es, cuanto menos, arriesgado, especialmente cuando se trata de mantener la esencia de la primera y, al mismo tiempo, adaptarse a lo que el público pide en la actualidad. Yo, después de haberla visto, tengo que decir que si bien no me ha parecido del todo mala, tampoco una maravilla.
La historia sigue las andanzas de la misma alocada y peculiar familia, ahora ya todos con hijos y nietos, que se vuelven a ver envueltos en una boda (esta vez por una razón desde mi punto de vista un poco patética) y que tendrán que superar todo tipo de situaciones inverosímiles para tratar de que todo salga adelante. Personalmente pienso que el mayor fallo de la cinta es que toda la frescura que caracterizaba a la anterior se pierde drásticamente para dejar paso a bromas muy manidas, llenas de tópicos y que resultan previsibles en todo momento. No obstante, la película resulta entretenida, no aburre ni se hace pesada y además es cortita.
En cuanto a las actuaciones poco hay que decir tratándose del mismo reparto que en la primera. Unos personajes más que otros resultan agradables al espectador, aunque para mí hay alguno que se me hizo cansino y hasta repulsivo (ganas de darle de hostias a más de uno no me faltaron). La pareja protagonista afortunadamente sigue manteniendo la química entre ellos, a pesar de que hayan envejecido no demasiado bien. Otro aspecto a tener en cuenta es la banda sonora, quizás de lo más agradable del film.
En definitiva, entretenida y poco más, no está mal para ver una vez, pero no es nada del otro mundo y creo que se la podrían haber ahorrado.